Gregorio Reche
Ingrávidos
La luz se filtra en haces a través del agua. Los cuerpos flotan ingrávidos. Son retratos peculiares: no vemos ningún rostro; como mucho, alguna cabeza que bucea. En cambio, observamos troncos, plantas de los pies, muslos, cinturas estrechas, amplias caderas y pequeños pechos. Aún sin ver el rostro percibimos el deseo, el juego, la conversación, el cuidado de esos cuerpos en el agua. Todo transcurre bajo el mar.
Liberados del peso de la gravedad, los cuerpos aparecen lúdicos y libres. Liberados del paso del tiempo, de las obligaciones cotidianas, de los kilos extra, de la movilidad limitada. Son escenas casi oníricas, en las que el mar y la tierra se confunden. El exterior sólo nos llega a través de la luz que en ocasiones crea una especie de grietas en el fondo del mar.
Podemos, por ejemplo, distinguir, aunque sea a grandes rasgos, la manera de andar de la gente, pero no percibimos en absoluto su postura en esa fracción de segundo en que alarga el paso, escribió el filósofo Walter Benjamin en Breve historia de la fotografía. Aunque ni siquiera conocemos la manera de andar bajo el agua, Gregorio Reche ilumina con esta serie la fracción de segundo en que alarga el paso. Nos revela instantes del movimiento del cuerpo humano en ese mar de la infancia, el líquido primigenio al que volveremos hasta el último verano.
Elisa Reche